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jueves, 4 de agosto de 2011

Historia de un Amor Imposible

Esta historia ocurrió hace muchos años. Todo empezó por un amor imposible.
Un buen día, Ana (la joven hija de un matrimonio rico y poderoso) salió a dar un
paseo por el monte. Allí se encontró con un hombre pobre que no tenía ni para comer.
Comenzaron a hablar y como habían simpatizado, quedaron en verse en el mismo lugar
al día siguiente. Y así fue. También al próximo día, y al otro, y al otro… Quedaron
todos los días en el monte, hasta que un día se enamoraron. Entonces él le dijo a ella
que entre ellos no podía haber nada debido a su diferencia de clase social, y que sus
padres no permitirían que se casara con un hombre pobre. Pero eso a ella no le
importaba porque lo amaba con todo su corazón, y a pesar de todo no quería dejar de
verlo y le pidió a él que lucharan juntos por su amor.
- Me niego a perderte. No puedo, ni quiero. Me enfrentaré a mis padres,
pero dame tiempo. Mientras tanto podemos vernos a escondidas, pero
no me dejes, te lo ruego- suplicó ella a su amor.
- Está bien- contestó él-. Yo tampoco quiero perderte. Nos veremos a
escondidas, pero tenemos que tener cuidado.
Durante mucho tiempo se vieron en el monte y allí disfrutaban de su amor. Hasta
que un día, el padre de Ana, extrañado de que su hija saliera todos los días a la misma
hora y tardara tanto, le preguntó:
- Hija, ¿dónde vas todos los días?- Dijo su padre, con curiosidad.
Ana quedó callada, y después de unos segundos, decidió confesarle su relación
con aquel hombre pobre, pero no sabía cómo decírselo.
- Papá… Si algún día me enamorara de un hombre pobre, ¿dejarías que
me casara con él?- Le preguntó ella, con miedo.
- ¿Qué tonterías son ésas, hija? ¡Jamás lo permitiría! Tú tienes que
casarte con un hombre de tu clase- dijo su padre, muy seguro-. ¿Por
qué me lo preguntas?
- Por nada, papá- le contestó ella.
Después de oír esa contestación, Ana no se atrevió a contarle la verdad. Salió del
despacho de su padre, bajó las escaleras que llevaban a la planta baja y salió de la
mansión donde vivían para dirigirse al monte, donde estaba su amor esperándola.
Mientras tanto, su padre, que se había quedado en su despacho mosqueado por la
pregunta que le había formulado su hija, llamó a uno de sus hombres y le ordenó que la
siguiera.
- Quiero que sigas a mi hija, pero sin que te vea. Cuando descubras
dónde va y con quién se ve vienes inmediatamente y me lo dices- le
ordenó el padre de Ana.
- Está bien, señor- le contestó su empleado.
Así pues, éste la siguió, y cuando llegó al monte y descubrió que se veía con un
hombre pobre del que estaba enamorada, volvió a la mansión y se lo contó todo al padre
de Ana. Éste quería buscar a su hija para matarla de la rabia que sentía en ese momento,
pero decidió esperar. Al día siguiente encerró a Ana con llave y él mismo se fue al
monte a encontrarse con el novio de su hija. Cuando llegó, le apuntó con su pistola y lo
mató. A su hija la casó con un joven de su misma clase y ella no era feliz. Al tiempo se
descubrió que estaba embarazada, y entonces su padre la encerró en los calabozos, y
cuando dio a luz, se llevó a la niña y la abandonó en el monte. La niña murió congelada
y poco después, la madre también murió, de pena.
Pasado un tiempo, el padre lo había olvidado todo, puesto que era un hombre sin
escrúpulos y no tenía corazón ni sentimientos. Hasta que una noche, sobre las 12 de la
madrugada, se despertó sobresaltado. Empezó a oír llantos, llantos de un bebé recién
nacido… Oía a su nieta llorando. Pensó que era producto de su imaginación y decidió
no darle importancia, pero a la noche siguiente, a la misma hora, volvió a despertarse en
la misma situación. El padre de Ana creía estar volviéndose loco, o también pensó que
era un castigo que dios le mandaba por el pecado que había cometido y decidió ir a un
médico. Pero no le sirvió de nada. Todas las noches, a las 12, oía al fantasma de su nieta
llorando, cada vez más, y pasado un tiempo comenzó también a escuchar gritos que
venían del calabozo, gritos que parecían los de su hija, cuando la encerró…
Desesperado, acudió a un profesional en fantasmas y espíritus, quien le dijo que
en su casa vivían el espíritu de su hija y de su nieta.
- Estuvo muy mal lo que hizo. Ahora vivirá atormentado por estos
espíritus. Yo que usted trataría de averiguar qué es lo que quieren- le
dijo el hombre muy seguro.
Así pues, esa misma noche, como todas, el padre de Ana se despertó a las 12,
oyendo los gritos de su hija y los llantos de su nieta. Decidido, se levantó, se vistió
rápidamente y se dirigió hacia el monte. Allí, se puso de rodillas y dijo:
- Por favor, ¿qué queréis? ¡¡Dejadme tranquilo por favor!!- Suplicó
desesperado el padre de Ana, sollozando, queriendo que los fantasmas
lo dejaran en paz.
Después de decir eso, de repente, apareció la imagen de su hija, la de su amor y
la de la hija de ambos, en el suelo, con el cuerpo congelado.
Al ver dicha aparición, el padre de Ana se suicidó, pegándose un tiro en la
cabeza, pero nunca apareció su cadáver.
Se dice que su hija quería que pagara por lo que le había hecho y que los espíritus se llevaron su alma.

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