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viernes, 7 de octubre de 2011

Sobre la Igualdad

Al hablar de igualdad; tratamos mucho más que un concepto que nos llama, por lo absoluto de su nobleza axiológica, a una espontánea y refleja empatía. Hablamos de un ideal siempre relacionado con el deber ser, como basamento indispensable de toda idea de bien. Así entonces; igualdad y bien son apreciados como valores abstractos, compatibles, especulativos, inevitablemente ideológicos y si se quiere, voluntaristas; no obstante lo cual, el ejercicio especulativo no puede sino ser ejercitado por seres vivos, porque el deber ser se justifica y fundamenta inexorablemente en el pensamiento humano, en y por la vida y su destino; el destino posible que día a día construyen la buena gente y, también, la otra.

En el ámbito masónico, el principio de Igualdad está fundado en el concepto de Humanidad, considerando así la igualdad natural de los seres que la componen; la interrelación entre todos los seres vivos como hijos de la naturaleza que somos y, por tanto, la igualdad del género humano y el respeto por las diferencias de experiencia, cultura, edad, etc., en lo referente al principio de compatibilidad de las personas, de generosidad, altruismo para con todos, comportando así el principio de Fraternidad.

Para el iniciado, la igualdad supone la identidad básica de la naturaleza de todas las manifestaciones del espíritu, por encima de diferencias externas. La equidad responde a la justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva, atendiendo el equilibrio entre los seres al otorgar a cada uno lo que le corresponde en su relación con el todo. Así, la equidad se rige por la escuadra y el nivel, marcando la conducta del masón para con sus semejantes, con los que constituimos como totalidad, el edificio de la humanidad.

La igualdad sería entonces, así considerada y comprendida, la síntesis en la cual nos referenciamos como resultado de sentirnos hijos de la misma madre naturaleza y del mismo padre, más allá de toda subjetividad que en tal sentido pueda contemplarse, reconocido como tal en el principio universal de vida y, por ello, hermanos; sintiéndonos iguales interiormente y en esencia, para plasmar tal ideal relacionándonos con equidad, tolerancia y fraternalmente, en el respeto y consideración de nuestras diferencias; desechando inconducentes pasiones para vivir en consecuencia con la racional y virtuosa elaboración de nuestras convicciones.

En relación al propio marco social; nuestro país es en su origen heredero, desde un punto de vista histórico – ideológico, de los principios políticos y filosóficos que han dado sustento a los procesos revolucionarios que dieron fin a la tiranía monárquica francesa en 1789; y asimismo, al dominio colonial británico en América del Norte en 1776, cuya campaña independentista dio a luz a los Estados de la Unión Americana; los que tras la guerra civil o de secesión entre 1861-1865 conocemos actualmente como Estados Unidos de América. A los valores significantes que aquí invocamos, vinculados éstos por carácter transitivo al espíritu de nuestra Carta Magna, les es propio el principio de Igualdad y por añadidura, dada la intrínseca relación de los mismos con la coherencia histórica de nuestros HH:. de entonces, en el desarrollo de sus actos conforme a sus convicciones; podemos arribar a la simple y profunda conclusión en tanto a que el principio de Igualdad, entre otros a tratar oportunamente, no puede sernos ni tangencialmente ajeno por nuestra condición de MM:. y hombres de bien que procuramos ser.

En palabras de Maximiliano Robespierre: “ El hombre ha nacido para ser feliz y para ser libre, y en todas partes es esclavo y desgraciado. Ha llegado el momento de recordarle al gobierno sus verdaderas obligaciones. El gobierno ha sido instituido para hacer respetar la voluntad general; deberíamos pues, concluir que el primer objetivo de toda Constitución debe ser defender la libertad pública e individual aun contra el propio gobierno. La Constitución debe procurar, sobre todo, someter a los funcionarios públicos a una formidable responsabilidad, haciéndoles depender realmente no de los individuos, sino del pueblo soberano; pues, aquel que es independiente de los hombres se hace muy pronto independiente de sus deberes y la impunidad es la madre y la salvaguardia del crimen, del mismo modo que el pueblo se ha visto esclavizado desde el momento que a la misma se le ha temido ”.

Hoy en día; la Declaración de los Derechos Universales del Hombre anuncia que: “ Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros ”; por otra parte: “ La ley debe ser la misma para todos sea que proteja, sea que castigue, siendo todos los ciudadanos iguales a sus ojos; son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra distinción que la de sus virtudes y talentos ”. De tal declaración; enmarcada paradigmáticamente como pensamiento contemporáneo, podemos concluir que la misma guarda la función de enunciado políticamente correcto en un tiempo histórico determinado, aunque circunscripta tan solo a ello, a un anuncio; la expresión conceptual de un estadío no alcanzado, tal vez, utópico, con el temor que tal adjetivación supone en nuestro mundo tan pragmático, tan inmediato, tan informado y a la vez ignorante y simplista en que la utopía se corresponde, en su lógica, a la ingenuidad como argumento confirmatorio de la inacción y, a la vez, como síntoma justificante para el adormecimiento de toda nobleza y bondad que en nuestra conciencia pudiera anidar, pues la esperanza no es otra cosa que el sueño de los que están despiertos.

Efectivamente, como ha sido mencionado ya, al tratar el tema de la igualdad, difícil tarea resulta evitar la idealización que de tal noción construimos. Es así, que a fin de alcanzar claridad en tal sentido, debemos recurrir a valores hermanados entre sí, en un todo vinculado a la idea de bien; para entonces poder aproximarnos al concepto de Igualdad, teniendo en cuenta que la misma no puede concebirse sin Libertad, la cual podemos vivenciar y practicar en plenitud, solo en el espíritu propio de una sociedad en que los lazos personales, sociales y asimismo políticos se conciben Fraternalmente.

Se tratará por todo ello; de hacer de éstos ideales, buenos en sí mismos, el puente hacia una humanidad más humana, para ir del Derecho a la Igualdad a la Igualdad de Derecho; recordando que muchas cosas se reputan imposibles, antes de haberse realizado. En palabras de Douglas Mc Arthur: “ no se llega a viejo por haber vivido cierto número de años. Uno llega a viejo porque ha abandonado su ideal. Los años arrugan la piel, renunciar al ideal arruga el alma ”.
Desde un lugar más próximo, inmediato y posible; se trate tal vez de clarificar en nuestra conciencia cómo concebimos la idea de Igualdad en nuestro diario proceder para con nuestro prójimo: ¿ Qué trato le dispenso a quienes me rodean ?; ¿ cómo trabajo en mi interior las incoherencias entre lo que digo y lo que hago ?; ¿ me importa ?; ¿ qué lugar ocupan mis principios cuando en mis acciones no puedo sostener siquiera mi discurso ?; ¿ qué significa para mí haber sido iniciado, significa algo ?. Entiendo finalmente; que quien piensa, reflexiona y actúa en consecuencia a ideales como la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, entre otros, ha decidido no profanizar ya su inteligencia, conciencia y alma, vislumbrando el compromiso real para consigo mismo en un plano íntimo y, asimismo, para con la humanidad en lo exotérico. Sea así, en la vida, que el ideal nos guíe y la virtud nos convoque...

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