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miércoles, 7 de marzo de 2012

La busqueda


Cierto día llegó un viajero a los confines de una tierra lejana; donde un viejo sabio meditaba sentado a la orilla de un peñasco, frente al mar. El viajero se acercó y el sabio le dijo:
—Da la vuelta y regresa sobre tus pasos; aquí no encontrarás lo que buscas. Tu camino es errado, porque tu búsqueda está equivocada, y ésta lo es, porque tus pensamientos son erróneos, y el caos gobierna en ti.
Sorprendido por las palabras del sabio, el viajero se sentó delante de él y comenzó a llorar, y su llanto fue tan profuso, que sus lágrimas comenzaron a correr por entre las piedras hasta llegar al mar. Entonces el Sabio le habló de nuevo.
—He aquí la respuesta a tu pregunta. Mira tus lágrimas cómo corren al mar; huyen de ti, porque las has traído prisioneras por tanto tiempo, que hoy han decidido escapar hacia donde les corresponde estar.
El viajero no comprendía las palabras del anciano y avergonzado por su situación dio media vuelta y se dispuso a partir, pero el sabio lo detuvo diciéndole:
—De nuevo estás errando tu camino, viajero. Más te valdría escuchar las olas que te llaman a morir en los arrecifes; porque tan duro como la piedra, llegaste hasta aquí, y será necesario estrellarte en las rocas para abrir tu mente.
El viajero se acercó a la orilla y miró hacia el abismo.
—Deja que tu lamento se ahogue en las aguas profundas— dijo el anciano —así encontrarás lo que con ansia estás buscando, pero antes de lanzarte piensa: ¿crees que la tierra que pisas es firme y que el tiempo que transcurre marca tu tiempo? Pues yo te digo que vives en la oscuridad de ese mar que tienes frente a tus ojos, porque la vida no es materia solida y lo que parece perpetuo se convierte en espuma de agua que se precipita fuera del tiempo.
Deja de creer que lo que ves es realidad, que lo que oyes es verdadero, y que tus pasos van o vienen. No existe el mañana, no revivirás el ayer. Pero tú estás vivo, te mueves y respiras lo que no es tangible; entonces, si eres vida, por que deseas la certeza, lo absoluto; si la firmeza es de los muertos y su verdad permanece en su sepulcro.
El viajero miró una vez más al sabio y le preguntó:
—Si no es aquí, si no es a ti y si no es la pregunta que debo declamar, anciano maestro; ¿dónde encuentro lo que estoy buscando?
El sabio se conmovió de la inconsciencia del viajero y por último le dijo:
—Busca dentro de tu dolor, así como seguiste esas lágrimas que se perdieron en el mar, mira con tus propios ojos lo que eres y ten misericordia de ti. Ahora estás flotando a la deriva dentro de la oscuridad, sientes miedo y no encuentras a que aferrarte. No llores, no supliques; respira profundo y al exhalar deja que tu propio aliento te lleve a un puerto seguro, más allá de la eternidad.











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