Buscador

sábado, 3 de marzo de 2012

LA VIRTUD POLÍTICA Y EL HOMBRE DE BIEN, por Montesquieu

Los políticos griegos, que vivían en un gobierno popular, no reconocían más fuerza para sostenerlo que la virtud. Los políticos de hoy no nos hablan más que de fábricas, de comercio, de finanzas, de riquezas e incluso de lujo. Cuando la virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la codicia se apodera de todos los demás. Antes, los bienes de los particulares constituían el tesoro público, pero en cuanto la virtud se pierde, el tesoro público se convierte en patrimonio de los particulares. La República es un despojo y su fuerza ya no es más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos.
LA VIRTUD POLÍTICA ES EL AMOR A LA PATRIA Y A LA IGUALDAD
A tener en cuenta:
1º. Que lo que llamo virtud en la república es el amor a la patria, es decir, el amor a la igualdad. No se trata de una virtud moral ni tampoco de una virtud cristiana, sino de la virtud política. En este sentido se define como el resorte que pone en movimiento el gobierno republicano, del mismo modo que el honor es el resorte que mueve a la monarquía. Así, pues, he llamado virtud política al amor a la patria y a la igualdad.

2º. Se debe tener en cuenta que hay gran diferencia entre decir que determinada cualidad, modificación del alma o virtud, no es el resorte que impulsa a un Gobierno y decir que tal cosa no existe en dicho Gobierno. Si yo afirmara que una rueda o un piñón determinados no son el resorte que pone en movimiento a un reloj, ¿se podría colegir que ambos no se encuentran en él? Las virtudes morales y cristianas no están excluidas de la Monarquía, como tampoco lo está la virtud política. En una palabra: aunque la virtud política sea el resorte de la República, el honor se encuentra también en ella. Y del mismo modo, aunque el honor sea el resorte de la Monarquía, en ella existe igualmente la virtud política.

Por último, el hombre de bien de quien se trata aquí, no es el hombre de bien cristiano, sino el hombre de bien político, que posee la mencionada virtud política. Es el hombre que ama las leyes de su país y que obra por amor a ellas.

LA VIRTUD, EL PRINCIPIO O RESORTE QUE MUEVE A LA DEMOCRACIA

La diferencia entre la naturaleza del Gobierno y su principio es la siguiente: la naturaleza es lo que lo hace ser tal; el principio, lo que lo hace actuar; la naturaleza es su estructura particular; el principio, las pasiones humanas que lo ponen en movimiento.

Ahora bien: las leyes no deben ser menos relativas al principio de cada Gobierno que a su naturaleza. Hay que buscar, pues, cuál es dicho principio, cosa que voy a hacer en este libro.

He dicho que la naturaleza del Gobierno republicano consiste en que el pueblo en cuerpo, o ciertas familias, tenga el poder soberano. La del Gobierno monárquico, en que el príncipe tenga el poder soberano, pero que lo ejerza según las leyes establecidas. La del Gobierno despótico, en que gobierne uno solo según su voluntad y capricho. No necesito más para encontrar los tres principios, puesto que se derivan, naturalmente, de todo lo dicho. Empezaré por el gobierno republicano y hablaré primeramente del democrático.

No es menester mucha honradez para que un Gobierno monárquico o un Gobierno despótico se mantengan o se sostengan. En uno, la fuerza de las leyes, y en otro, el brazo del príncipe siempre levantado, bastan para regular y ordenar todo. Pero en un estado popular es necesario un resorte más: la virtud.

Lo que digo está confirmado por la historia y es conforme con la naturaleza de las cosas. Es evidente que en una monarquía se necesita menos virtud que en un gobierno popular, ya que en una monarquía el que hace observar las leyes está por encima de ellas, mientras que en el gobierno popular se siente sometido a ellas y sabe que ha de soportar todo su peso.

Es evidente también que el monarca que, por mal consejo o por negligencia, descuida el cumplimiento de las leyes, puede fácilmente reparar el mal con sólo cambiar de consejo o corregirse de su negligencia. Pero cuando en un gobierno popular las leyes dejan de cumplirse, el Estado está ya perdido, puesto que esto sólo ocurre como consecuencia de la corrupción de la República.

Fue un bello espectáculo ver los esfuerzos impotentes de los ingleses en el siglo pasado, para establecer entre ellos la democracia. Como los que participaban en los negocios carecían de virtud, como su ambición se exasperaba por el éxito del más osado (Cromwell) y como el espíritu de una facción sólo estaba reprimido por el de otra, el Gobierno cambiaba sin cesar. El pueblo, asombrado, buscaba la democracia sin encontrarla en parte alguna. Por fin, después de muchos movimientos, choques y conmociones, hubo que descansar en el mismo Gobierno que antes se había proscrito.

¡DESDICHADOS LOS QUE QUIEREN SER LIBRES ANTES DE ESTABLECER LA LIBERTAD!

Cuando Sila quiso devolver la libertad a Roma, ésta ya no pudo recibirla porque no le quedaba más que un débil resto de virtud; y como cada vez tenía menos, en lugar de despertar después de César, Tiberio, Cayo, Claudio, Nerón oDomiciano, se fue haciendo cada día más esclava: todos los golpes cayeron sobre los tiranos, ninguno sobre la tiranía.

Los políticos griegos, que vivían en un gobierno popular, no reconocían más fuerza para sostenerlo que la virtud. Los políticos de hoy no nos hablan más que de fábricas, de comercio, de finanzas, de riquezas e incluso de lujo.

Cuando la virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la codicia se apodera de todos los demás. Los deseos cambian de objeto: lo que antes se amaba, ya no se ama; si se era libre con las leyes, ahora se quiere ser libre contra ellas; cada ciudadano es como un esclavo escapado de casa de su amo; se llama rigor a lo que era máxima; se llama estorbo a lo que era regla; se llamatemor a lo que era cuidado. Se llama avaricia a la frugalidad y no al deseo de poseer. Antes, los bienes de los particulares constituían el tesoro público, pero en cuanto la virtud se pierde, el tesoro público se convierte en patrimonio de los particulares. La República es un despojo y su fuerza ya no es más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos.

Atenas no perdió su fuerza mientras dominó con gloria y sirvió con vergüenza. Tenía veinte mil ciudadanos cuando defendió a los griegos contra los persas, cuando disputó el imperio a Lacedemonia y cuando atacó a Sicilia. Tenía veinte mil cuando Demetrio de Falera los contó como se cuentan los esclavos en el mercado. Cuando Filipo quiso dominar a Grecia, al presentarse en las puertas de Atenas se encontró una ciudad que había perdido algo muy importante. Sabemos por Demóstenes el trabajo que costó hacerla despertar: se temía a Filipo, no como enemigo de la libertad, sino de los placeres (habían hecho una ley que castigaba con la muerte a aquel que propusiera invertir en la guerra el dinero destinado a los teatros).

Esta ciudad, que había resistido tantas derrotas, que había renacido después de cada destrucción, quedó vencida enQueronea para siempre. ¿Qué importa que Filipo devolviera los prisioneros si no devolvía hombres? Era tan fácil triunfar siempre sobre las fuerzas de Atenas como difícil triunfar sobre su virtud.

¿Cómo hubiera podido sostenerse Cartago? Cuando Aníbal, ya pretor, quiso impedir a los magistrados el pillaje de la República, ¿no fueron a acusarle ante los romanos? ¡Desdichados!, querían ser ciudadanos sin que la ciudad existiese y recibir sus riquezas de manos de sus destructores. Pronto Roma les pidió como rehenes trescientos ciudadanos de los principales, luego quiso que le entregaran las armas y los navíos, y finalmente les declaró la guerra. Por lo que hizoCartago desarmada y sumida en la desesperación (esta guerra duró tres años) se puede juzgar lo que hubiera hecho en plena posesión de su virtud y de su fuerza.

Este es el principio del Gobierno republicano. No queremos decir con ello que los hombres son virtuosos en tal o cual República, sino que debían serlo, porque sin la virtud el Gobierno sería imperfecto.

* * *

MONTESQUIEU, Del Espíritu de las leyes, primera parte, libro III. Sarpe, 1984. [FD, 06/12/2006]













No hay comentarios:

Publicar un comentario

PRO Vida

Sonría lo estamos Filmando