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domingo, 25 de marzo de 2012

Sueños de un poeta





No he de morir ensimismado en la palabra,
la noche ha de envolverla en su manto oscuro,
la poesía ha de convertirse en estrella titilante
y el poeta en lobo solitario aullando a la luna.




Los paisajes de la vida son tristes y distantes,
el recital de la noche se perpetúa en el relente
mientras los cuervos ríen el dolor de lo que añoran,
calaveras desnudas en su propia descomposición.




El amante de la voz muere entre murmullos,
interrogando el vocablo en toda su magnitud,
efímeros efluvios putrefactos de lenguas muertas,
incluso antes de haber alcanzado su esplendor.




El poeta es un mundo condenado al exterminio,
un blanco y negro oculto entre candilejas,
expuesto a un telón que está a punto de bajar
y que ha de llevarle al sueño del olvido.




Los corazones laten en sus últimos estertores
mientras el diafragma se condena a la quietud,
la naturaleza no sabe que da su última bocanada
a un oxígeno condenado a perecer a la indiferencia.




El frío neón parpadea en la oscuridad nocturna,
nuestra mente se pierde en recovecos invernales,
la primavera intenta adormecer nuestros rencores
al igual que el alma se siente morir en sus adentros.




Quizá la vida sea una concatenación de disparates,
quizás el viento disperse las nubes que traen la lluvia,
tal vez el cielo esté condenado al suplicio del fracaso,
pero se que he de morir inmerso en mi propia soledad.




Un día fui feliz caminando entre el río y los abedules,
la fragancia de las flores abría mi pituitaria y mi mente,
pero la vida se partió en pedazos con el hielo del invierno
y desde entonces el mundo es un paraje amargo y desolado.

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