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jueves, 5 de abril de 2012

Apoteosis de Jesucristo



Los socinianos (a los que los católicos tienen por blasfemos) no reconocieron la divinidad de Jesucristo. Sostienen, lo mismo que los filósofos de la antigüedad, los judíos y los mahometanos, que la idea de un Dios-hombre es monstruosa, que la distancia que media de Dios al hombre es infinita, y que es imposible que el Ser infinito y eterno se haya encerrado en un cuerpo mortal y perecedero. Citan en su apoyo a Eusebio, obispo de Cesárea, que en su Historia eclesiástica, libro I, capítulo XI, declara que es absurdo que la naturaleza no engendrada e inmutable de Dios todopoderoso tome forma humana. Citan también a los Padres de la Iglesia Justino y Tertuliano, que dicen lo mismo: Justino en su Diálogo con Trifón y Tertuliano en su Discurso contra Praxeas.

Citan a San Pablo, que no llama a Jesucristo Dios, y le llama hombre muchas veces, y llegan hasta el extremo de afirmar que los cristianos pasaron tres siglos en formar poco a poco la apoteosis de Jesús, y elevaron ese asombroso edificio imitando a los paganos, que divinizaban a los mortales. Según los socinianos, al principio no se consideró a Jesús mas que como a un hombre inspirado por Dios, luego como una criatura más perfecta que las otras, y algún tiempo después se le colocó por encima de los ángeles, como dice San Pablo. De día en día fue creciendo en grandeza, convirtiéndose en una emanación de Dios producida por el transcurso del tiempo. Posteriormente le hicieron nacer antes que el tiempo y consubstancial con Dios. Crellio, Voquelsio, Natalis Alexander, Hornebeck, apoyaron todas estas afirmaciones con argumentos que asombran a los sabios y trastornan a los débiles. Fausto Socino sembró la semilla de esa doctrina en Europa, y al finalizar el siglo XVI estuvo en un tris que no se estableciera otra nueva clase de cristianismo, a pesar de que ya existían más de trescientas clases.

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