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jueves, 4 de octubre de 2012

Ensayo Sobre el Tiempo IX: La Eternidad

Continuando con Platón y los ciclos infinitos del tiempo, ahora toca describir la Eternidad

"Debemos vivir y pensar en cada momento 

como si tuviésemos la eternidad ante nosotros".

La Eternidad de Dios es una consecuencia de su Inmutabilidad. Y esto es así porque cuando hablamos de “eternidad” estamos hablando de “no-tiempo”. El tiempo es en sí mismo “cambio”, medición de movimiento. El tiempo comenzó con la creación del universo cambiante. Dios no cambia, todo lo creado cambia.
Ahora bien, debido a nuestra inteligencia y lenguaje limitados, tenemos que hablar de pasado, futuro y presente de Dios: decimos, por ejemplo, “Dios siempre fue y siempre será”. Pero, en realidad, estrictamente hablando, en Dios no hay ni pasado ni futuro.
Dios es Eterno porque no cambia, porque es Inmutable. Para Dios, no hay sucesión de tiempo, ni medición de duración. Para Dios hay sólo un “eterno presente”. Dios simplemente “es”.
De allí que al darnos su nombre “Yo Soy”, en seguida nos dice que “Yo Soy” es su nombre “para siempre” (Ex. 3, 14-15).

El concepto de eternidad (del latín aeternitas), relacionado con el de inmortalidad, se refiere, popularmente, unas veces a una duración infinita y sin límites, y otras designa una existencia sin tiempo o fuera del tiempo.
Existen diversas argumentaciones acerca del tópico de la eternidad, a través de las cuales, quienes las sustentan, tratan de demostrar que la materia, el movimiento y el tiempo deben haber existido y existirán eternamente.
En la eternidad, el tiempo no gravita, porque es un concepto que lo trasciende. No hay hoy ni ayer. La inmortalidad borra los límites del presente, del pasado y del futuro. 

¿Qué es la eternidad? 


La eternidad no es la suma de todos nuestros ayeres. La eternidad es todos nuestros ayeres, todos los ayeres de todos los seres conscientes. Todo el pasado, ese pasado que no se sabe cuándo empezó. Y luego, todo el presente. Este momento presente que abarca todas las ciudades, todos los mundos, el espacio entre los planetas. Y luego, el porvenir. El porvenir, que no ha sido creado aún, pero que también existe. Los teólogos suponen que la eternidad viene a ser un instante en el cual se juntan milagrosamente esos diversos tiempos.

Platón dijo que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. El empieza por eternidad, por un ser eterno, y ese ser eterno quiere proyectarse en otros seres. Y no puede hacerlo en su eternidad: tiene que hacerlo sucesivamente. El tiempo viene a ser la imagen móvil de la eternidad.
Si a nosotros nos dieran todo el ser... El ser es más que el universo, más que el mundo. Si a nosotros nos mostraran el ser una sola vez, quedaríamos aniquilados, anulados, muertos.
Tenemos días y noches, tenemos horas, tenemos minutos, tenemos la memoria, tenemos las sensaciones actuales, y luego tenemos el porvenir, un porvenir cuya forma ignoramos aún pero que presentimos o tememos. Todo eso nos es dado sucesivamente porque no podemos aguantar esa intolerable carga, esa intolerable descarga de todo el ser del universo. El tiempo vendría a ser un don de la eternidad. La eternidad nos permite vivir sucesivamente.


Felizmente nuestra vida es sucesiva, trascurrimos en el día y en la noche...y nos interrumpe el sueño. Si no hubiera sueño, sería intolerable vivir, no seríamos dueños del placer. 
La totalidad del ser es imposible para nosotros. Así nos dan todo, pero gradualmente.







Cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte, una eternidad de voces y de olvido, una eternidad en la que ya no podré verte ni tocarte ni encelarte ni matarte, cuando a mí mismo ya no me responda y no tenga día ni cuerpo entonces seré tuyo entonces te amaré para siempre.
Homero Aridjis



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