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sábado, 20 de octubre de 2012

Llueve...(hace 10 minutos)




Hace diez minutos que comenzó la invisible danza, sin embargo es ahora evidente.

La lluvia golpea los cristales con una monotonía complaciente, las señoras se apresuran en recoger las ropas ya húmedas de las terrazas y los chiquillos de la calle se debaten entre la queja y la risa.


Me estremezco.

Entre todas ellas alguna fue la primera. Alguna abandonó la espuma suave para dejarse caer a lo desconocido. Alguna se precipitó desde su principio borroso para definirse en la libertad. Las demás debieron seguirla. Y en un momento todo ha cambiado. El cambio es necesario, me digo, sólo es cuestión de dejarse caer.

La lluvía golpea mis cristales con desespero. Las señoras encienden los fuegos chispeantes en sus hogares. Los chiquillos de la calle ya no están en la calle.


Tiemblo.

Cruzo el umbral de la puerta. Abandono la lumbre suave para dejarme caer en lo desconocido. Me precipito desde mi principio borroso para definirme en la libertad. Mis pies de nieve a causa del frío acarician la tierra húmeda. La lluvia ya no golpea, me acaricia.

La siento entre mis ropas, en mis ojos cerrados. La siento en mi boca entreabierta. La siento en mí, y con eso basta.

Y en un momento todo ha cambiado. El cambio es necesario, me digo, sólo es cuestión de dejarse caer.



Llueve, y no sabría decir si es adentro o afuera.

Cridival

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